domingo, enero 15, 2006

Tomás al pie del árbol

“…las luces enceguecían su feliz calma, era pura y sincera, como la de los niños a su edad, abstraído de la realidad por aquellas luces intermitentes que destellaban desde ese gran gigante verde nacido en Navidad, el olor al plástico, el colorido de aquellas bolas deslumbrantes que colgaban como frutos de una alegre temporada, los caramelos que de a poco los niños robaban a hurtadillas. De pronto esa calma en el rostro de Tomas fue borrada por un sueño arrasante en su mente: caminos llenos de blanca nieve, cayendo lentamente desde el cielo como suave papelillos de fiestas, los árboles cargados del manto blanco de agua, las estrellas brillando como pequeños salares destellantes en el cielo y una bandada de pájaros surcando los cielos, trayendo noticias de felicidad y ensueño. La paz reinaba a su alrededor, Tomas en el árbol, como otro regalo mas a los pies de la paz del tiempo del advenimiento, echado junto a él estaba su perro, que tranquilamente dormitaba. El lugar se invadía de olores cálidos y exquisitos, propios de la navidad… de aquellas ollas y del horno, que emergían de la cocina, donde las mujeres preparaban el festín de la noche para los niños, como brujas erigiendo aquellos embrujos y hechizos junto a sus calderos burbujeantes, llenos de secretos y especies. Canela, chocolates, panes, queques, frutas, masas y otros dulces que servirían ante la expectación de todos los asistentes a la fiesta. Era increíble la sensación que daba en todo el hogar la llegada de la navidad, tanto así que....... cuando...… a la hora de…”

-¡Arrrgh, noooo, no se me ocurre nada!- gritó nuevamente y arrancó del cuaderno la hoja del cuento navideño que estaba escribiendo. Sorbió el último rincón del vaso de whisky y apresuro el poco de cigarro que quedaba para fumar otro. Volvió a servirse el mismo vaso de licor, y se sentó con las manos en la cabeza, preguntándose mil veces que cresta seguía, que podía poner, ya llevaba días tirado en su departamento, sin bañarse, sin comer y solo bebiendo, tratando de terminar ese cuento y no podía, lo peor era que debía entregarlo mañana a la revista para publicarlo, y no estaba de ánimos. Había cierto problema, cierta herida que calaba en su mente, perturbaba sus letras y hacia que el pobre Tomas se desvaneciera del mundo de las ideas. Ahora estaba tirado en su sofá, hecho un pobre inepto, un desahuciado por su creatividad y por sí mismo, y no podía comprender, ¿Quién cresta puede escribir un cuento de navidad cuando aquella mujer estaba en su mente, desnuda, pero no para él? Abrazó la pequeña almohada y lloró nuevamente, como lo había hecho todos los días, en silencio, pero con rabia. Tomo las llaves, cogió su abrigo y salio apresurado de la casa, esquivando esa mesita que cargaba imágenes, los recuerdos plasmados en papel. Cerró la puerta y pensó apresurarse hacia la nada, sin saber que había en la calle, pero al hacerlo sintió un horror espantoso en su cuerpo, subió por los pantalones hasta su pecho, miro ese pasillo oscuro que chocaba con la puerta del ascensor, sintió pánico de la calle, asco del aire fresco de la noche, que lo aguardaba en las afueras y tomo nuevamente en su mente el escrito del cuento….. “Tomas en el árbol, como otro regalo mas a los pies de la paz del tiempo del advenimiento…” pero ¿Qué era lo que Tomas esperaba? Nada, solo abrir los regalos, saciar la sed de mocoso intruso… no sé! ¿Qué mierda importa un pendejo en el árbol? ¿Qué sabe ese pendejo de la vida? ¿Acaso ha vivido algo, sabe lo que es sufrir, que sabe él del perdón? No, no sabe nada,¿Y entonces porque debo escribir esto?.... nooo, para que…..? y fue lentamente cayendo por la puerta cerrada de su departamento, dejando a Tomas en el árbol para reconstruir esa noche, esa noche de engaño y amargura, recordó cuando abrió la puerta y vio ese enorme árbol iluminado, sintiéndose parte de algo importante, sabiendo que en esa casa era feliz, era un hombre y era familia… ¡si, que seguro se sentía! y sintió la necesidad de entrar despacio, como niño en navidad que, despacito, espía los regalos del árbol. Apretó aquel bolso que traía contra su pecho, y con una sonrisa, siempre despacio, cerró la puerta, y avanzo para espiar a su preciado presente que aguardaba en su cama, que debía estar pasivamente descansando por la hora, ella no lo esperaba como siempre, ya que adelantó su llegada a la ciudad. De pronto, interrumpió el recuerdo. Era imprescindible volver donde Tomas, lo diviso en el departamento, quizás ya no estaba en el árbol, su curiosidad lo había despertado. Abrió la puerta y gateo hacia el living, tomó la botella de whisky, y bebió al seco el contenido, hizo una arcada y botó el vaho del licor puro…se tiró en ese cuchitril y miro el techo pensando en Tomas…

“…corrió hacia la cocina y abrió tan solo un poco la puerta para descubrir a las mágicas manos de aquellas mujeres que preparaban todo, batiendo, probando y creando ese dulce mundo que era para el, eso que esperó todo el año, siendo bueno en el colegio y creyó que era …”

¿Qué demonios era? ¿Qué cresta hacia Tomas ahí? ¿espiando…? Tal como lo hizo él esa noche, cuando llego a la pieza y vio la puerta cerrada, sintió murmullos y lamentos, sonidos raros y perturbadores, no quiso romper la calma o el estado de esa pieza tan de golpe, así que de a poco abrió la puerta y comenzó a espiar lo que jamás debió haber visto, a su mujer con un tipo, alguien que no era él, un intruso, un intruso en su cama, tal como Tomas en la puerta de la cocina, pero sintió que estaba mirando como su banquete era devorado por las fauces de otra alimaña. No lo pudo creer, se alejo de la puerta, con los ojos vidriosos, se paseo por el pasillo como animal enjaulado, sin saber que hacer, desesperado, enardecido por la furia , frenético y delirante hasta que escucho escapar ese clamor de placer, conocido por esos oídos.

“…Tomas, al ver como se trabajaba para aquella ocasión y en silencio, corrió hacia el mueble para arreglar la mesa donde todos podrían sentarse a deleitar tan exquisito banquete…”


y del mueble saco el arma que guardaba en un libro hueco, la cargó para dirigirse a la pieza, tirando la puerta hasta atrás, viendo la desnudez de ambos, apunto al hombre, luego bajó el arma y se acerco a él, le dio un golpe con la parte de atrás del arma en la cabeza, podría haber disparado, así de fácil, pero el odio que tenia era mas potente que la bala alojada en la recamara del arma. Se trenzó a golpes con el indómito ser obsceno que habitaba en su lecho, amando a su mujer, de pronto una de las furiosas balas se escapo del arma, dando en el espejo de la pieza, el griterío no se aguanto más, hasta que a la fuerza saco al hombre de su departamento. Cerró la puerta, había un asunto más que arreglar: su mujer. Fue hacia ella, decidido a volar de este planeta a la indecente fémina, la miro, mientras ella lloraba enredada en esas sabanas… no había perdón para ella, violo todo sentimiento en él –maldita hija de puta, regalada de mierda, mujer templada, puta, puta, putaa…!- gritó hasta llevar el arma hacia ella, sin misericordia…

“De pronto, al sacar el jarrón que elegantemente adornaba la mesa, Tomas dejo caer el brillante recipiente con Dalias frescas, haciendo tronar el vidrio en el piso y alertando a todos en la casa, quienes corrieron al comedor, donde pudieron ver al niño llorar por su triste error. Tomas al ver la cara de su madre un tanto molesta, lloro y pidió perdón: “no quería hacerlo mamá, yo no quería echar a perder la navidad, soy un tonto mamita, perdóname…” Su madre, conmovida por la escena, levanto al niño le dijo: “Tomas, mi niño no te preocupes, todo tiene solución, además que tu no echaste a perder la navidad, tranquilo. Te perdono mi cielo, porque de eso se trata la navidad Tomas, de perdonar…”

-Maldita hija de puta, regalada de mierda, mujer templada, puta, puta, puta! Que Dios te perdone, imbécil - y tratando de no ver, volvió sus ojos a ese rostro, desmoralizado por el acto, pero aun era ella, la que amaba. La tomo de los cabellos y la azotó tres veces contra la pared, la arrastró por el piso y la tiró por la puerta, hacia el pasillo. Jamás la volvió a ver, solo ahora que la recordaba, junto a Tomas y una botella de pisco que encontró cerca, mientras pensaba en el perdón, en la navidad... “¿navidad?”……y se rió como un insano, recordando que tomo al árbol desde las patas y lo arrastro al closet, encerrando cualquier esperanza de paz y ternura. Quizás ahí estaba Tomas, en el closet junto al árbol, quizás no se dio cuenta que castigo a Tomas junto al árbol, arrebatándoselo a su madre “¿quien chucha le mando a tomar el jarrón al pendejo?” dijo, ebrio, atragantándose con largos sorbos de pisco. Borracho se puso de pie, tratando de no caer y divisó sobre la mesa el arma aun cargada, la tomó y decidido a dar castigo a Tomas lo busco por todo el departamento, amenazándolo: “pendejo de mierda, ven por tu regalo de navidad, cabro chico hijo de la puta madre que te dio la vida… venga mijito…” mientras reía, pateó las puertas hasta llegar al dormitorio matrimonial, donde la escena se mantenía retenida en el tiempo, aunque los personajes ya no existían. De miedo y de ira lloró hasta gritar de espanto, solo dio vueltas por la pieza aleteando como si quisiera espantar fantasmas de otra época, quizás de aquella llena de felicidad. Cayó como un saco en el piso, frente al espejo quebrado. Miro su rostro en los pequeños pedazos y lo vio claramente, si… estaba claro que el del reflejo era Tomas y poniendo el arma en su propia sien, lo miro y le dijo: “anda a acostarte hueón, estas castigado” apretó el gatillo, ya no había mas historia que esa…

“…y en la noche, al acostarse, Tomas se dio cuanta que había aprendido la lección mas grande de su vida, el verdadero sentimiento de la navidad. Tomo con fuerzas la almohada, abrazando su nueva lección, llenando sus ojitos de anhelos y se quedo dormido. Durmió tranquilo, como si fuera la primera vez que dormía en su vida”

1 comentario:

Anónimo dijo...

retrocedo, y veo el árbol de navidad, ¿porque será?, porque tus letras se plasman en mi cabeza.........